La importancia de llamarse Carroll

La renovación de Jaycee Carroll este verano se interpretó como una magnífica noticia para el Real Madrid. No en vano se trata del jugador con el cuarto mejor porcentaje en triples de la historia de la NCAA. Ese perfil como supersónica máquina de tiro había quedado últimamente al margen por su expulsión en la Supercopa y su pobre rendimiento en Kaunas. Allí, frente al Zalgiris, se produjo el debut blanco en la presente Euroliga (Canal+Deportes / Sportmanía), con victoria clara pese a los apenas cuatro puntos del cañonero de Laramie. Su desquite, el domingo en la ACB ante otro Eurofighter, el Laboral Kutxa : firmó 20 puntos (6 de 7 en triples) en un demoledor segundo cuarto. Para un total de 25.

JimcarrollA Jaycee su 1,88 y la incapacidad para ejercer como base le vetaron el acceso a la NBA, donde otrosCarroll menos brillantes sí encontraron acomodo: tiradores de 1,98 como Matt (en los Bobcatsespecialmente) o derrochadores de energía como Demarre (recién incorporado por Atlanta). Caso aparte es el de Joe Barry Carroll, un superclase de siete pies de disposición afligida: fue número uno del draft en 1980 y destacó en ataque con los Warriors, pero se le recuerda más como la moneda que permitió a los Celtics hacerse con Robert Parish y Kevin McHale. Aunque el más controvertido fue, sin duda, Jim Carroll. Y eso que sólo jugó en el instituto. Neoyorquino de ascendencia irlandesa y trabajadora, recibió una beca de la elitista Trinity School a mediados de los sesenta. Allí le atrapó un torbellino: estrella de las canchas mientras desarrollaba su vena poética; también yonqui adolescente que se prostituía para pagar la droga. Aquellos años dieron al traste con su carrera deportiva y quedaron reflejados en The basketball diaries (1978), el libro en el que se basó Diario de un rebelde (1995). Sí, la película que protagonizó Leonardo DiCaprio. Ahí va una combinación de sus imágenes con People who died, cumbre de Carroll en su otra faceta célebre además de la literaria: músico de rock.

Fue Patti Smith, con la que Carroll había compartido piso, la que le convenció para montar una banda. Esa People who died sobre amigos suyos fallecidos antes de tiempo se llegó a incluir hasta en la banda sonora de E.T., tras sobresalir en el estreno en largo de laJim Carroll Band: Catholic Boy (1980). Un disco punzante, cruce de new wave y punk rock, con letras por supuesto de calado. En la portada, una foto de Annie Leibovitz en la que Jim posa con sus padres. Y entre los cortes, otras joyas. Por ejemplo, la hipnótica City drops into the night (aquí con imágenes de Carroll) o esta It’s too late que interpretó con la banda en la siguiente escena de Tuff Turf (peli olvidable con un joven James Spader en el elenco):

Jim grabó dos discos más en los ochenta, interesantes aunque no tan completos. En 1982, Dry dreams; un año después, I write your name. En el segundo había una gran versión de Sweet Jane, con el propio Lou Reed a sus anchas en el vídeo (Jim se relacionó con The Velvet Underground porque también colaboró con Andy Warhol):

Luego solo publicó otro álbum de canciones, Pools of mercury, a finales de los noventa. Y por si alguien piensa que Carroll se olvidó por completo del baloncesto, aquí se le puede ver contando anécdotas sobre su relación con la canasta. Es una entrevista de 1991, en la que cuenta proezas del mítico Connie Hawkins en los playgrounds, entre otras muchas cosas. Un ataque al corazón se llevaría al poeta casi dos décadas después. Aún resuena su despedida musical: esta versión en 2000 del inmortal Runaway de Del Shannon.

RAMÓN FERNÁNDEZ ESCOBAR

@RamonFdezEs

 

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