En un comienzo de curso donde el rendimiento de los Golden State Warriors y el de los New York Knicks no pueden resultar más dispares, declaraciones como las de Dell Curry se vuelven dolorosas. El padre de Stephen revela ahora que el base maravilla le hacía ojitos a los de la Gran Manzana allá por el draft de 2009. No pensaba salir elegido tan arriba (los Warriors le pescaron en la 7ª plaza) y su entorno veía un encaje perfecto con el run & gun de Mike D’Antoni, entonces técnico de los Knicks. El propio Donnie Walsh, jefe de los despachos del Madison entre 2008 y 2011, también admite tener aún pesadillas por aquella pérdida.
Y quién sabe si para compensar el hiriente esplendor de Curry en la franquicia californiana mientras los Knicks dan tumbos, al hombre que hoy ocupa el puesto de Walsh, Phil Jackson, no le da por refugiarse en otro icono de la Bahía de San Francisco: Grateful Dead. Sí, porque el Maestro Zen siempre ha sido un Deadhead, uno de esos seguidores fervientes de la banda paradigma de la contracultura estadounidense. Los autores, por ejemplo, de esta Friend of the devil:
El tema, en su versión de estudio, pertenece al álbum American beauty, uno de los dos con los que elgrupo de Jerry Garcia rindió tributo en 1970 a sus raíces country y folk. Y variante frente a la celebrada tendencia psicodélica de los Dead. Su texto sobre amistades con el diablo, obra de Robert Hunter, uno de los grandes letristas de la historia del rock, no parece apto para el primer Phil Jackson, ese hijo de padres predicadores que se crió en Montana con el baile y la televisión prohibidos. Nada que ver, claro, con el Jackson filosófico y hippie que jugó en los New York Knicks y ganó dos anillos en los setenta. En esa década, precisamente, es cuando estalló el boom de los Deadheads.
Ya como entrenador, Jackson tuvo como ayudante en los Albany Patroons de la CBA al periodista y escritor Charley Rosen (autor de varios libros ambientados en el baloncesto, un par de ellos a medias con su exjefe). Con él compartió pasatiempo, pues Rosen poseía una enorme colección de cintas piratas de Grateful Dead, y llegó a publicar una columna en la revista Rolling Stone al respecto. Una vez en la NBA, la banda iba a constar en público para el Jackson head coach de los Bulls al término de este partido, el quinto de la final del 93 contra los Suns, ganado por estos en el Chicago Coliseum para aplazar el logro del threepeat, entonces exclusivo de los añejos Minneapolis Lakers y (faltaría más) los Celtics deRussell, como tan enfáticamente explica la intro:
El encuentro se disputó el 18 de junio y ponía la serie 3 a 2 aún para los Bulls. Ojo a la pregunta final a Paul Westphal, técnico dePhoenix, sobre los bromas entre sus jugadores en el descanso, supuesto método para aliviar la presión. El humor continuaría en el vestuario, a cargo de Danny Ainge: “Lo que nos ha motivado para vencer es impedir a Phil Jackson ir al concierto de los Dead. En el fondo, lo hacemos por su bien”, ironizó el hombre de creencias y formación mormona (jugó en Brigham Young). Y era cierto: el triunfo de los Suns devolvía la serie a Arizona y evitaba al Deadhead de los Bulls cualquier posibilidad de acudir a la cita con su grupo favorito, que tocaba ese día y el siguiente en el Soldier Field de Chicago. Esta es una muestra de lo que se perdió Jackson aquel 19 de junio de 1993:
Las versiones no eran infrecuentes en las actuaciones de los Muertos Agradecidos. De hecho, Broken Arrow pertenece a uno de los discos en solitario de Robbie Robertson, el cerebro de The Band. Justo antes, ese día habían hecho también un cover del Maggie’s Farm dylaniano (con Dylan compartieron gira y disco en directo a finales de los ochenta). Y más tarde, se marcaron esta Throwing stones, algo (lo de lanzar piedras) que no caracterizó, precisamente, a los Bulls victoriosos en el sexto y definitivo choque. La final había empezado con Chicago imponiéndose en los dos primeros a domicilio. Los Suns lograron hacerse con el tercero tras una increíble triple prórroga. Y en el cuarto, la pauta la marcaron los 55 puntos de Jordan.
En su segunda etapa en los Lakers, Jackson tuvo a sus órdenes a Luke Walton. El hijo del gran Bill luce desde chaval, en homenaje a la iconografía de Grateful Dead, un tatuaje en el hombro con cuatro esqueletos haciendo girar otros tantos balones de basket. Uno por cada vástago del patriarca Walton. Este, por supuesto, le pasa por la derecha a Jackson en materia Deadhead. El Maestro Zen seguro que no alcanza ni de lejos los más de 600 conciertos de la banda a los que ha asistido el expívot pelirrojo, que no se la quita de la boca ni en sus comentarios televisivos. No en vano, le llaman the Grateful Red, porque lo mismo les acompaña en un tour egipcio (hace muchos años) que encabeza un día de tributo al grupo y sus seguidores auspiciado por losSacramento Kings (Mickey Hart, el batería, hasta bromea en el vídeo sobre un encuentro con Larry Bird):
Jerry Garcia y sus muchachos jugaron además un papel en el periodo laker inicial del señor de los 11 anillos. Lo resumía otro pívot, John Salley: “Quería que fuéramos como los Grateful Dead, que tuviéramos siempre ritmo en la cancha, el mismo que ellos nunca perdían ni siquiera cuando improvisaban una de sus típicas jam sobre el escenario”. Habéis leído bien: Salley, antiguo miembro de esos Bad Boysde Detroit irreconciliables enemigos de Jordan y sus Bulls. Luego pasó por el propio equipo de Illinois, a las órdenes de Jackson (en el 96, año de las 72 victorias). Y concluyó su carrera vestido de púrpura y oro en dicha plantilla del primer anillo de Kobe y Shaq. Bajo la batuta del Maestro Zen, por segunda vez aliado con el viejo demonio.
RAMÓN FERNÁNDEZ ESCOBAR