Spencer Haywood – David Bowie: dos hombres y un destino

Nadie contaba ya con el retorno discográfico de El Delgado Duque Blanco cumplidos los 66, y ahí está: David Bowie publica The Next Day a partir del 8 de marzo. El martes vio la luz el segundo single, The stars (are out tonight), pocas semanas después de hacerlo el primer aperitivo, Where are we now? [aquí uno y otro videoclip]. Y si Bowie parece preguntarse por su localización actual y cantar sobre ello, todo el mundo sabe dónde ha estado en todos estos años de invisibilidad y rumorología: con la familia que formó al casarse con la supermodelo Iman en 1992. Aquel año olímpico unió a la belleza somalí a la música por partida doble: John Singleton le propuso actuar en el vídeo de ambiente egipcio [íntegro aquí] que iba a rodar para Remember the time, un tema de Michael Jackson. En el elenco definitivo, Iman encarnó a Nefertiti, Eddie Murphy al faraón Ramsés y Magic Johnson, a golpe de gong, al maestro de ceremonias de palacio.

La fugaz coincidencia con el base de los Lakers no fue ni mucho menos la única de la maniquí con la NBA. Iman estuvo una década (77-87) casada con una estrella quizá ahora algo huérfana de reconocimiento y padre de su primera hija: el gran Spencer Haywood. Grande por su juego y por su huella en los despachos, sin olvidar los títulos: el ala-pivot nacido en Silver City (Mississippi) ya sabía con solo 19 años lo que era llevar a Estados Unidos al oro en los Juegos de México. Y aunque salió de mala manera de los Lakers, participó en el anillo de los californianos de 1980. Pero su herencia incomparable tiene que ver con el reglamento. Tras dos años universitarios, el segundo en su Detroit de adopción, y arrasar en la ABA como mejor rookie y MVP con los Denver Rockets, decidió desafiar a  la NBA. ¿Cómo? Fichando por los Seattle Supersonics sin cumplir el requisito inexcusable de la liga para cualquier jugador: llevar cuatro años fuera del instituto. Con el apoyo del propietario de los Sonics, Sam Schulman, alegó necesidades alimenticias de su familia. Y el cruce de demandas acabó en el Tribunal Supremo, que se pronunció a su favor por siete votos a dos. Pasó una primera campaña difícil, la 70-71, ausente en muchas jornadas y tratado con dureza en la pista por los rivales más veteranos. Daba igual: se salió con la suya y la puerta de la NBA para los jóvenes (Malone, Garnett, Kobe, Lebron…) quedaba plenamente abierta. Mientras, en 1971, Bowie paría uno de sus discos de culto: Hunky Dory.

WoodimanEn 1972, el año del clásico de Bowie Ziggy Stardust, Haywood firmó 29,2 puntos por partido, récord de la franquicia de Seattle, de la que también posee la plusmarca reboteadora con 13,5 capturas en un curso. Su camiseta es una de la seis retiradas por los Sonics (tarde, en 2007, y de forma agridulce, una semana después de la muerte de otro ídolo, Dennis Johnson). En Seattle, Haywood se sintió libre y lejos de las tensiones racistas que le habían impedido, por ejemplo, ser el primer jugador negro en la Southeastern Conference de la NCAA. Y disfrutó de su pasión por la música al ejercer como DJ radiofónico en una emisora de jazz que había adquirido. Le volvía loco el jazz, y frecuentar la escena del Village neoyorquino le aliviaría de la presión de los Knicks, a los que fue traspasado en 1975. Estaba demasiado solo en el equipo como para devolver a los de la Gran Manzana a caminos triunfales. Irónicamente, David Bowie triunfaba ese año, desde Filadelfia, con Young Americans y el single Fame (su primer nº uno en USA), coescrito con John Lennon. Y a Haywood la maldita fama, más sus relaciones con el mundo anexo a la moda (siempre fue muy pintón al vestir, por eso conoció a Iman), le acabó descarriando. Las sustancias le convirtieron en carne de traspaso: primero a los Jazz de Nueva Orleans, donde estuvo unos meses de 1979, y luego a los Lakers. Allí lució el 31, en pretendido Big Three con el 32 de Magic y el 33 de Kareem, padrino de su boda con Iman. Le acabó echando Paul Westhead del equipo por quedarse dormido en un entrenamiento durante las finales. Y la adicción a la cocaína de la que ya se había limpiado Bowie poco antes provocó el veto de la NBA.

En la mitología del baloncesto español queda el paso de Spencer Haywood por el Palau Blaugrana para disputar con el Carrera Venezia la final de la Korac al Joventut [los minutos finales se pueden ver aquí]. El héroe no fue él, sino el verdinegro Joe Galvin con el tiro que forzó in extremis la prórroga. En ella, tras una controversia sobre el último lance y un amago de tangana, el Joventut estrenó su palmarés europeo. Y Haywood regresó y vivió un breve canto de cisne con los Bullets. Para muchos, el de Bowie lo representa Scary Monsters, su álbum de 1980. No sabemos qué piensa Haywood de la música del británico ni si escuchará su inminente nuevo disco. Lo que sí parece es que, además del jazz, le va el soul de Marvin Gaye, al menos por la camiseta que luce en esta rueda de prensa auspiciada en una gira europea de la NBA. La liga le hizo un reconocimiento en 2010 durante el All-Star Weekend de Dallas, cuando se cumplían cuatro décadas de su triunfo en los despachos. Su autobiografía se titula Spencer Haywood: the rise, the fall, the recovery. Vamos, que lleva años rehabilitado. Antes, ascensión y caída, muy a lo Ziggy. Solo falta que le conviertan, como es Bowie desde 1996, en miembro del Salón de la Fama. Y, en su caso, no del rock & roll precisamente.

Ramón Fernández Escobar

@RamonFdezEs

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