Balas de Washington, antes de Springsteen

¿Puede Jonas Jerebko, el ala-pivot de los Pistons, presumir de ser el primer sueco en la NBA? Parece claro: nació en Suecia, forjó allí su carrera y juega con la selección. Antes hubo otros con dicho pasaporte, pero Maciej Lampe y Damir Markota defienden respectivamente a Polonia y Croacia, y el alumbramiento de Miles Simon en Estocolmo fue circunstancial. Simon apenas se codeó con la élite, pese a su elección con Arizona como mejor jugador en la Final Four del 97. A todos, sin embargo, les precedió un talento estadounidense de sangre y apellido suecos que sí sabe lo que es tratar con la aristocracia: Nils Lofgren.

Os preguntaréis qué pinta este hombre en la NBA. El guitarrista, cantante y compositor, colaborador de Neil Young y Bruce Springsteen, creó Bullets fever, canción convertida en banda sonora del único anillo de Washington: las emisoras de la capital la pinchaban una y otra vez en aquella primavera del 78. Lofgren, al que su ascendiente materno confiere aspecto italoamericano, nació en Chicago pero se crió en Maryland, cerca de Washington DC. Y cuando su pasión le llevó a componer por su cuenta un himno a su equipo, ya había tocado en discos tan imprescindibles de Neil Young como After the gold rush o Tonight’s the night. El canadiense le reclutó a los 18 años. Y Lofgren lideró su propia banda en los setenta, Grin, notable pero sin un éxito capaz de mantenerla a flote. Bullets fever (mp3 aquí), en cambio, inundó la onda media.

Dice la leyenda que un agitado Lofgren, tras ver por televisión el triunfo de los Bullets frente a los Hawks en primera ronda, plasmó esa noche los acordes iniciales y el estribillo: la corazonada de que por fin su fiebre anual no iba a ser en vano (“Bullets fever / Happens to me every year / Bullets fever / And this year’s the one”). Luego recurrió a sus amigos de los estudios Bias para grabar el tema tocando él mismo todos los instrumentos. “¿Quién se encarga de la batería?”, se sorprendió Abe Pollin, propietario de los Bullets, una vez que el reguero de pólvora iba lanzado por la radio. Lofgren había distribuido personalmente las copias entre los locutores y prescindido de otros músicos para no tener que confesar su adicción al basket. Luego cedió a Pollin los derechos para imprimir y vender singles en los partidos con objetivos benéficos.

El disco de bullets fever

El resto de la letra (íntegra aquí) enumera los otros equipos descabalgados: los Spurs de George Gervin, entonces en el Este, losSixers de Julius Erving y unos Sonics atónitos por la racha imprevista de Washington (“got the Doctor and the Iceman / Seattle was stunned”) y a los que les esperaba caer en casa en el séptimo de la final. Una de las estrellas capitalinas, Wes Unseld, solo recibe mención por su pelea (“with all his heart Wes fought the West”) pese a ser el MVP de la serie decisiva. Lofgren, más que los bloqueos del rocoso center, prefería la clase de Elvin Hayes y su tiro a la media vuelta y al versátil alero Bob Dandridge, a los que nombra tres veces, incluidos sus apodos (The Big E y Bobby D). También se deja seducir por la velocidad de los guards Tom Henderson, Charles Johnson(aterrizado a mitad de curso… en helicóptero) y Larry Wright, la libélula que atormentaría al Barcelona en una final europea. Los dos últimos formaban junto a Mitch Kupchak y Greg Ballard la potente segunda unidad conocida como los artificieros (The Bomb Squad). De ellos se acuerda Lofgren, al igual que del entrenador, Dick Motta, que inmortalizó una frase irreverente de un periodista al adoptarla para estimular a sus jugadores: “la ópera no se acaba hasta que canta la gorda” (“the opera isn’t over till the fat lady sings”). Más música pues.

Bullets78team

Y ahora que los de Washington (Wizards y no Bullets desde 1997 con fines antiviolencia) penan en los abismos de la tabla, quizá deberían recuperar o adaptar a su actual nombre el viejo himno de aquel momento de gloria. Todo por animarse. Mientras, su autor continúa loco por los deportes. Se debió operar de la cadera por el desgaste de años de giras y partidillos de baloncesto. Aceleró la recuperación para tocar con Springsteen en la Superbowl de 2009 (es miembro de la E Street Band desde 1984). En la NFL, por cierto, mete baza: hace dos años publicó una carta abierta posicionándose sobre Michael Vick y su caso de maltrato animal. Tiene una canción ambientada en el boxeo, No mercy. Y para alguien con una interesante carrera en solitario (crítica aquí de su último disco), resulta irónico aunque previsible que su otra pieza más popular tenga también relación con el deporte: la cancioncilla de este anuncio sobre artes marciales.

Ramón Fernández Escobar

@RamonFdezEs

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